Por L. Felipe Torres M.
Introducción
En la actualidad, nos enfrentamos a un desafío significativo en el ámbito del liderazgo dentro de nuestros hogares, donde lamentablemente, muchos hombres experimentan dificultades en su rol, manifestando injusticias hacia sus esposas e hijos y fallando en aplicar la disciplina de acuerdo con la voluntad de Dios. Esta problemática se manifiesta a través de actitudes como el rechazo a aceptar consejos divinos, prefiriendo en su lugar imponer sus propios criterios y métodos.
Es común escuchar expresiones como “así es como hago las cosas” o “esta es mi manera de hacerlas”, donde algunos hombres optan por ignorar las directrices divinas, argumentando que sus métodos son efectivos y que alcanzan sus objetivos. Sin embargo, lo que estos individuos no comprenden es que esta actitud de machismo irracional y mundano no está alineada con los principios que Dios espera que sigamos.
Cada hombre que proyecta esta imagen de liderazgo desalineado con la voluntad divina ignora que Dios anhela que busquemos hacer Su voluntad y ejerzamos el liderazgo masculino a Su imagen y semejanza. Las declaraciones como “no me importa lo que Dios diga” reflejan una falta de comprensión sobre la verdadera esencia del liderazgo que se espera de los hombres en sus roles familiares.
Es esencial recordar que, según las enseñanzas divinas, nuestros pensamientos, ideas y criterios no son perfectos ni legítimos para gobernar nuestros hogares. Dios nos insta a buscar Su guía y aplicar principios fundamentados en la compasión, la justicia y el servicio a los demás, en lugar de depender únicamente de nuestras percepciones limitadas y, en ocasiones, egocéntricas.
Al adoptar una perspectiva más alineada con la voluntad divina, los hombres pueden cultivar un liderazgo que promueva el bienestar de sus familias, fomente la armonía y refleje los valores espirituales que Dios espera que todos busquemos en la conducción de nuestros hogares.
Isaías 55:8 Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová.
Consideremos entonces lo que el hombre hace y lo que Dios le exhorta.
Dios debe edificar nuestros hogares
Salmos 127:1
Si Jehová no edificare la casa,
En vano trabajan los que la edifican;
Si Jehová no guardare la ciudad,
En vano vela la guardia.
Ignorar el consejo de Dios sencillamente hace que el trabajo del hombre sea en vano, ineficaz e infructuoso. Cuando los hombres no consideran y no se someten, y tampoco muestran deseo de guardar los mandamientos y principios dados por Dios entonces se han apartado de la verdad, no hay en él intención buena y sana para sacar su hogar adelante.
Todo cristiano fiel sabe que el Rey de un hogar debe ser Cristo, y que Su voluntad prima sobre todos nosotros.
No dudo que el Apóstol Pablo cuando cito las siguientes palabras estuviera haciéndonos un llamado a tener Cristo en el trono de nuestros hogares:
Efesios 5:21 Someteos unos a otros en el temor de Dios.
Un hogar debe ser construido sobre bases sólidas, y dicha base es Cristo, ignorar tal principio elemental hace que el hogar fracase, no agrade a Dios.
Proverbios 24:3-5 Con sabiduría se edificará la casa,
Y con prudencia se afirmará; 4Y con ciencia se llenarán las cámaras
De todo bien preciado y agradable. 5El hombre sabio es fuerte,
Y de pujante vigor el hombre docto.
Cristo es el fundamento principal, y la biblia nos muestra claramente que no podemos colocar otro fundamento, pensamiento o idea. Sencillamente esto es ridículo. Ignorar tal llamado nos hace necios, contumaces y amantes de lo malo. Cuando no reconocemos que solo Dios puede hacer tal cosa entonces estamos lejos de Él y Su bendición no vendrá sobre nosotros.
1 Corintios 3:11 Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.
Hago entonces la pregunta: ¿Por qué esposos obramos tan mal en nuestros hogares? ¿Por qué no se aparta de nuestra casa el mal? ¿Por qué de día en día vamos hacia atrás? – Deje de hacer las cosas a su manera y empiece por hacerlas a la manera de Dios.
¿Por qué somos injustos en nuestros hogares?
Hoy se oye bastante el lamento y el cansancio de las esposas. Los hombres, aunque imperfectos todos, no logran hoy alinearse con la voluntad de Dios; ya que se oye demasiado de su mal gobierno y de las injusticias cometidas por muchos.
Así que definamos primero que es injusticia:
Injusticia: 5766 ewel, עֶוֶל, de la raíz verbal 5765 awal, עול porque implica comisión de un mal [moral], injusticia o maldad; gr. 93 adikía, ἀδικία, lit. «no-rectitud», de a, partícula privativa, y diké, «derecho», lo incorrecto. Denota una mala acción.
A la luz de su definición podemos concluir que ser injusto es ir en contra de lo justo, y lo justo es la voluntad del Señor. Cuando no gobernamos conforme a los principios bíblicos, cometemos injusticia en nuestros hogares y desalentamos a aquellos a quienes supuestamente amamos. Amar de verdad implica que su vida y obra están gobernadas por los principios de Dios y que cuidará de no desalentar, sino más bien de animar a su familia a seguir lo recto (Mateo 18:6-7; Romanos 14:13; 1 Corintios 8:9). ¿Acaso su familia es menos que los demás hermanos? ¿No comprende usted que su hogar es su principal ministerio?
Pablo lo dijo muy puntualmente:
1 Timoteo 3:5 (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?);
Antes de pensar usted en trabajar y ayudar a otros en la iglesia, empiece primero por ayudar su principal reino, su morada; y eso es, por supuesto, su hogar. Si usted no sabe hacer lo justo y correcto en su hogar no tendrá la autoridad moral para hacerlo en la iglesia.
Romanos 2:21 Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas?
Dejemos lo injusto y aprendamos a servir adecuadamente a Dios. Consideremos lo que Él ama y espera de nosotros:
Miqueas 6:8 Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios[1].
No dudemos en hacer lo que es correcto, porque recibiremos a su tiempo la justa retribución de parte de Dios.
No desanimar a nuestras esposas e hijos
Es lamentable hoy que los hombres en sus hogares se conviertan en asesinos espirituales de sus esposas e hijos. Y puede para usted sonar fuerte la palabra asesino, pero esa es la condición de aquel que con su conducta desanima, hace volver atrás a su propia familia.
Colosenses 3:19 Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas.
Samuel Pérez Millos dice lo siguiente: Οἱ ἄνδρες, ἀγαπᾶτε τὰς γυναῖκας. Si a las esposas demanda subordinación, a los maridos exige amor, que es el vínculo perfecto (v. 14). Este debe manifestarse en todos, pero, en el orden familiar ha de hacerse realidad especialmente en el esposo. No se trata de una sugerencia, sino de un mandamiento establecido mediante el presente de imperativo del verbo, lo que significa que el marido debe amar desinteresadamente, ya que el término amor aquí es el usado para referirse al amor que ama sin esperar recibir nada a cambio. Es un amor de la misma calidad que el de Cristo, aunque, indudablemente, siempre será menor por nuestra condición humana (Ef. 5:25). Aún más cuando la esposa es creyente, lo que implica reconocerla como coheredera de la gracia de la vida (1 P. 3:7). En el amor del esposo los hijos aprenden el amor de Cristo. Se demanda un amor mediante el que se honra a la esposa en todas las formas posibles (1 P. 3:7). Éste no decrece, sino que aumenta en el tiempo[2].
Y agrega más al pasaje en discusión: La relación de amor con la esposa afecta notoriamente a la relación con Dios, esto es, si un marido no ama a su mujer excusa de orar, porque sus oraciones están impedidas (1 P. 3:7). El amor desinteresado hacia la esposa evitará la tendencia humana de dominar sobre ella. Es necesario tener siempre presente que la esposa no es la sierva, sino la compañera, puesta por Dios para hacer completo al hombre y para dialogar con ella a fin de tomar las decisiones que tienen que ver con la marcha del hogar entre ambos. No puede olvidarse que cuando Dios estableció el primer matrimonio, en un estado de santidad en que el hombre estaba a causa de la ausencia del pecado en su vida, estableció la autoridad para ambos y no solo para el varón (Gn. 1:28). La idea de dominio sobre la mujer es la manifestación de la desviación que el pecado produjo en el matrimonio[3].
Deberíamos comprender, analizar lo que Dios ha declarado y no lo que nuestros pensamientos y corazón nos dice, ya que daremos cuenta a Dios por todo lo que hayamos hechos mientras estamos en este cuerpo, sea bueno o sea malo (Romanos 14:12).
Y finalmente al hablar de nuestros hijos, consideremos:
Colosenses 3:21 Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten.
Samuel Pérez Millos dice lo siguiente: Οἱ πατέρες, μὴ ἐρεθίζετε τὰ τέκνα ὑμῶν, La reciprocidad es evidente. A la demanda de obediencia para los hijos, corresponde la de un trato alentador para los padres. Pablo utiliza el verbo ἐρεθιζετε, que tiene el sentido de exasperar, sacar fuera de control, y lo hace en modo imperativo, ordenándoles que no provoquen, exasperen, exciten a sus hijos. El término πατέρες, aunque puede comprender a ambos padres (cf. He. 11:23), se usa habitualmente para referirse a los padres varones. Antes usó el término traducido por progenitores (v. 20). Sea dirigido a los padres varones o a ambos, padres y madres, no se trata de una recomendación, sino de un mandamiento. Sin embargo, puede aplicarse especialmente al padre, que si su carácter es autoritario, puede influir negativamente en el hijo. Un padre que se impone al hijo sin razones que lo justifiquen, que establece comportamientos porque así le parece, que anula la libre voluntad del hijo y les fuerza en ocasiones a actuaciones contrarias a su modo de pensar, genera problemas y produce irritabilidad en el hijo que tarde o temprano se manifestarán inconvenientemente en su vida. El padre no es el jefe, sino el conductor ejemplar del hogar. El padre no está para mandar, sino para alentar y marcar la forma de vida con su ejemplo personal[4].
El padre de familia tiene un deber importante, y este deber se cumple bajo el amor dado por Dios para con él. El padre sabio considera que, aun su propia vida y bienestar es producto del amor de Dios, y al considerar que estamos en deuda, caminará acorde al principio dado por Aquel que le ha permitido todo.
No deberíamos pensar que podemos hacer lo que queremos, ya que nosotros mismos estamos bajo autoridad. Dios mismo es nuestra cabeza y si no respetamos esa Cabeza, no podremos reclamar respeto por nosotros en la autoridad que Dios nos ha delegado. Seamos consecuentes con esto por favor. No desanime, haga desfallecer, asesine y acabe con la fe de su propia familia. Arrepiéntase más bien de su pecado y vuelva al camino del Señor.
[1] No sacrificios externos de ningún tipo, sino solo el cumplimiento de los tres deberes siguientes, es decir, ante todo, hacer justicia y cumplir el amor. Estos dos mandamientos condensan todos los de la segunda tabla de la ley, pero Israel los consideraba poco importantes, pues se comportaba haciendo expresamente lo contrario, es decir: injusticia, opresión y falta de amor (cf. Miqueas 2; 1:2-9;2-3.9 ss.; 6, 10 ss,). C. F. & F. J., K. & D. (2021). Comentario al Texto Hebreo del A. T | Profetas Menores (1.ª ed., Vol. 1). Clie.
[2] Pérez Millos, S. (2015). Comentario Exegético al Texto Griego del Nuevo Testamento: Colosenses (pp. 329-330). Viladecavalls, Barcelona: Editorial CLIE.
[3] Pérez Millos, S. (2015). Comentario Exegético al Texto Griego del Nuevo Testamento: Colosenses (p. 330). Viladecavalls, Barcelona: Editorial CLIE.
[4] Pérez Millos, S. (2015). Comentario Exegético al Texto Griego del Nuevo Testamento: Colosenses (p. 335). Viladecavalls, Barcelona: Editorial CLIE.
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