Hubo en la carpintería una extraña asamblea; las herramientas se reunieron para arreglar unas diferencias. El martillo fue el primero en ejercer la presidencia, pero la asamblea le notificó que debía renunciar. ¿La causa? Hacía demasiado ruido, y se pasaba el tiempo golpeando.
El martillo reconoció su culpa, pero pidió que fuera expulsado el tornillo: había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo.
El tornillo aceptó su retiro, pero a su vez pidió la expulsión de la lija: era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones con los demás.
La lija estuvo de acuerdo, con la condición de que fuera expulsado el metro, pues se la pasaba midiendo a los demás, como si él fuera perfecto.
En eso entró el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo, utilizando alternativamente el martillo, la lija, el metro y el tornillo.
Al final, el trozo de madera se había convertido en un lindo mueble.
Cuando la carpintería quedó sola otra vez, la asamblea reanudó la deliberación. Dijo el serrucho:
Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos en nuestras flaquezas, y concentrémonos en nuestras virtudes.
La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba solidez, la lija limaba asperezas y el metro era preciso y exacto. Se sintieron como un equipo capaz de producir hermosos muebles, y sus diferencias pasaron a segundo plano.
Reflexión
Cuando en la iglesia del Señor nos enfocamos en encontrar defectos en los demás, la situación se vuelve tensa y negativa. En cambio, al tratar con sinceridad de percibir los puntos fuertes de los demás, florecen los mejores logros. Es fácil encontrar defectos – cualquier necio puede hacerlo – pero encontrar cualidades es una labor para los cristianos con espiritualidad madura, capaces de inspirar el éxito en los demás.
Los espirituales maduros restauran y animan:
(Gálatas 6:1) Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.
Los espirituales maduros edifican y estimulan:
(1 Tesalonicenses 5:11) Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis.
(Hebreos 10:24) Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras;
Los necios que atan cargas pesadas:
(Mateo 23:4) Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas.
Conclusión
No sea un hermano o miembro enfocado solo en criticar; procure también animar y edificar, la iglesia del Señor necesita avanzar, no retroceder.
Su amigo en Cristo; L. Felipe Torres M.
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