Autor: Luis Felipe Torres Muñoz
Resumen
Bien dice el escritor de Hebreos: “¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron,” Heb. 2:3 y nuevamente el escritor dice lo siguiente: Heb 10:26-27 26Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, 27sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios.
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Luego hablará a ellos en su furor,
Después de haberse reído de sus enemigos, Dios hablará a ellos en su furor; no necesita defenderse o atacarles; con el solo aliento de su boca basta.
Job 4:9 Perecen por el aliento de Dios, Y por el soplo de su ira son consumidos.
Job 15:30 No escapará de las tinieblas; La llama secará sus ramas, Y con el aliento de su boca perecerá.
Job 41:21 Su aliento enciende los carbones, Y de su boca sale llama.
Cuando los enemigos piensan que han logrado algo, Dios les envía Su palabra, y esta se cumple. Su voluntad se ejecuta, y no hay nada que lo detenga.
Mientras los hombres se esfuerzan y desgastan tratando de entorpecer los planes de Dios, Él los mira y sonriendo les dice: “Yo he puesto a mi rey sobre Sión, mi santo monte”
Y los turbará con su ira.
Enfermedades, atrocidades, violencia, pestes, calamidades permite para que se refleje su enojo y su ira contra todo aquel que hace iniquidad. Él les hará comprender hasta la saciedad que gobierna sobre todo y que todo esta ante su presencia claramente.
William Swam Plumer dice lo siguiente[1]:
Para Dios no hay cosa más fácil que destruir a sus enemigos. Podemos ver a Faraón, a sus consejeros, a sus huestes, a sus caballos y sus carros, anegados por las aguas y hundiéndose como plomo en el Mar Rojo. Así acabo uno de los mayores complots para intentar acabar con el pueblo de Dios.
De los treinta emperadores romanos, gobernadores de provincias, y otras altas personalidades que se distinguieron por su celo y crueldad en perseguir a los cristianos primitivos; uno de ellos se volvió loco; a otro le dio muerte su propio hijo; uno se quedó ciego; a otro se le salieron los ojos de la cabeza; otro murió ahogado; otro, estrangulado; uno murió en la cautividad abyecta; otro cayó muerto de repente; otro murió de una enfermedad asquerosa, de modo que sus médicos tuvieron que darle muerte porque no era posible resistir el hedor que llenaba la habitación; dos se suicidaron; un tercero lo intentó, pero tuvo que pedir ayuda para poder hacerlo; cinco fueron asesinados; cinco murieron en circunstancias de extremo sufrimiento, varios a causa de complicaciones de enfermedades: ocho murieron en batalla o después de caer prisioneros. Entre ellos se hallaba Juliano, quien despectivamente se dirigía al Hijo de Dios como el Galileo y quien alzaba su espada al cielo para retar al Hijo de Dios; pero cuando herido en una batalla y comprendió que para él todo había terminado, escupió al aire un grumo de su propia sangre y exclamó: “Has vencido Galileo”
Por lo tanto, sabemos el fin de aquellos que se atrevieron a desafiar a Dios; cuanto mayor será para aquellos que hoy pisoteen la sangre del Señor y apostaten de su fe, abandonándolo a Él y Su palabra. ¡Dios nos bendiga!
[1] Spurgeon, Charles H. 2015. EL TESORO DE DAVID: LA REVELACIÓN ESCRITURAL A LA LUZ DE LOS SALMOS. TOMO I. Vol. 1. 1.ª ed. Barcelona: CLIE. Pág. 116-117
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