EL PODER DE LA UNCIÒN

Categoría: Reflexiones

Fecha Publicación: Oct 1, 2019

Introducción: En la actualidad es común escuchar a un sinnúmero de predicadores reclamando que ellos tienen la “Unción”, y que esa “Unción” fluye a través de ellos, por lo que supuestamente pueden hacer señales como echar demonios, hacer caer a las personas al piso, hablar en lenguas, y muchas otras. ¿Enseña esto la Biblia?. ¿Sólo unos cuantos hombres tienen la “Unción ” actualmente?. ¿Son realmente predicadores ungidos?

La palabra en su forma verbal (aleifo) significa untar, embadurnar; de allí proviene la palabra ungüento. Podemos leer en Génesis 31:13 cómo Jacob ungió una piedra. ¿Qué fue lo que hizo Jacob?. La explicación está en Génesis 28:18, simplemente la untó con aceite.

Vamos a dar un vistazo a las clases de unción más relevantes que se nos presentan en las Escrituras.

I. UNCIÓN DE TIPO SOCIAL. Los orientales son personas muy hospedadoras y entre ellos hay una antiquísima costumbre de ungir a sus huéspedes con aceite, demostrando con esta acción que dicha persona es bien recibida y goza del favor del anfitrión. En tiempos bíblicos se usaba para tal efecto aceite de oliva, el cual a veces era mezclado con algunas hierbas aromáticas. Jesús reclamó a Simón el fariseo, su falta de atención hacia Él cuando lo invita a su casa, y éste no le unge cuando llega (Lucas 7:44,46). Al leer el versículo 38 nos enteramos que una mujer ungió los pies del Señor; en otras palabras, los untó con perfume.

II. UNCIÓN DE ENFERMOS. Dentro de los usos antisépticos de aquella época, se acostumbraba el untar sobre las heridas cierta clase de aceite, el cual funcionaba como agente medicinal; vemos un ejemplo de este uso en Lucas 10:34. Al parecer era un coadyuvante en la curación, sobre todo de heridas, suavizándolas, seguramente debido a sus componentes. En Isaías 1:6 (Un versículo mesiánico) dice: “Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en Él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas , ni suavizadas con aceite.” (énfasis mío).

En la iglesia primitiva eran los ancianos de la iglesia los encargados de esta función, según nos dice Santiago 5:14.

III. UNCIÓN DE PODER. Esta fue una unción única y exclusivamente para los apóstoles ordenados por el Señor. Esta unción la prometió el Señor Jesucristo sólo a ellos en Lucas 24:46-49. Lucas retoma este relato en el libro de Hechos 1:1-5 y esta promesa de poder para los apóstoles se cumple en Hechos 2:1-4. Así lo ratifica el propio Pedro en los versículos 32,33 del mismo capítulo. La promesa del Espíritu Santo, en lenguas repartidas como de fuego viniendo sobre las cabezas de los apóstoles, se cumple el día en que es establecida la iglesia del Señor. Esta manifestación de poder sobre los apóstoles aparte de otros propósitos, tenía uno fundamental: confirmar el naciente evangelio. Esta promesa ayudó a que cientos de personas de aquel entonces, creyeran en el mensaje al ver las señales que hacían estos hombres. Las señales y prodigios patentaban la Palabra, el evangelio del Señor. Esto lo afirma el evangelio de Marcos 16:20, y lo expresa claramente el Espíritu Santo en el libro de Hebreos 2:3-4. Nos da fe de lo mismo el libro de Hechos 14:3. Pablo afirma que usó esta unción del Espíritu Santo, con el mismo propósito en Romanos 15:19.

Estas eran señales milagrosas que ningún ser humano posee hoy, puesto que el evangelio ya está revelado (Efesios 3:1-6). Si alguien, hoy día, pide una señal para creer en el evangelio, quiere decir que no cree en la Biblia que fue inspirada por Dios (2 Timoteo 3:16-17) y está poniendo por encima de ella a hombres engañadores o ignorantes de la sana doctrina, que pretenden tener estos poderes.

¿Cómo se transmitía esta unción?. Solamente por la imposición de manos de un apóstol (Hechos 8:14-18). El versículo 18 no admite ninguna objeción, dice allí: “Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero.”(Énfasis mío). Fue imprescindible, imperioso, taxativo, la imposición de manos de parte de uno de los doce. Ejemplos de esta verdad bíblica las tenemos en el libro de Hechos19:6; Romanos 1:11; 2 Timoteo 1:6.

Felipe, antes de que vinieran los apóstoles Pedro y Juan, ya obraba señales entre los samaritanos (Hechos 8:6-7) porque ya había recibido la imposición de manos, de parte de un apóstol, de acuerdo al libro de Hechos 6:5-6; sin embargo, él no podía transmitir el don del Espíritu Santo, eso era potestativo de los apóstoles. Notamos que a pesar de hacer señales, fue necesario que llamara dos de los doce apóstoles para que fueran a Samaria con el fin de que transmitieran este poder (Hechos 8:14-18). Muerto el último apóstol, desapareció dicho poder por parte de cualquier hombre. Hoy tenemos la Gloriosa Palabra de Dios.

IV. UNCIÓN ESPIRITUAL. En el idioma hebreo la palabra Mesías significa “Ungido” y su correspondiente griego es “Cristo”. Cristo es el Ungido de Dios (Salmo 2:1-2).

Cuando el bebé Jesús es presentado en el templo por José y María, se encuentra allí un hombre llamado Simeón, y nos dice Lucas 2:25-26 que a este hombre se le había revelado por el Espíritu Santo que conocería al “Ungido del Señor”, al Salvador del mundo (versículo 30).

La ratificación de la profecía, Salmo 2, cumplida en Jesús, la vemos proclamada por algunos cristianos del primer siglo, entre los cuales se encontraban los apóstoles Pedro y Juan; en el libro de Hechos 4:24-26, terminando el versículo 26 dice: “Su Cristo”, y, si vamos al Salmo mencionado encontramos que al final del versículo dos, dice: “Su Ungido”. El Señor Jesús es el “Ungido de Dios”, por tanto, si queremos la salvación, debemos recurrir a Él. No hay ningún “Ungido” que, al día de hoy, nos pueda salvar aparte de Él.

En la primera prédica que Pedro dirige a un grupo de gentiles, expresa esta misma enseñanza en el libro de Hechos 10:37-38. Cuando Pedro dice que el Padre lo ungió con Espíritu Santo y Poder, se está refiriendo al hecho de cuando Jesús fue bautizado (Lucas 3:21-22). En esa ocasión el Espíritu Santo vino sobre Él de manera pública, visible a todos, porque todos debían enterarse que Él era el Cristo profetizado; esa manifestación no podía ser en secreto. Era necesario identificar al Mesías, quien hasta ese momento se conocía como el hijo del carpintero, o el hijo de José; identificar en ese hombre al Hijo de Dios, o sea, hacerlo igual a Dios (Juan 5:18). Para identificar al hombre Jesús como el “Ungido”, los cielos fueron abiertos, se vio al Espíritu Santo que venía sobre Él (Mateo 3:16) y se escuchó la voz de los cielos que decía: “Este es mi hijo amado en quien tengo complacencia”. Aquí están los tres (La Deidad), Dios el Padre (hablando desde el cielo), Dios el Espíritu Santo (viniendo sobre Él) y Dios el Hijo en el momento del bautismo. Tres estaban dando testimonio de la Deidad de Jesús (1 Juan 5:7). Después de “El Cristo” ser ungido, va a Nazaret y públicamente confirma esta unción en la sinagoga (Lucas 4:16-18). Decir que Dios lo ungió, es decir que Dios lo hizo El Mesías.

V. UNCIÓN DE LA PALABRA. En este caso cuando decimos Palabra, estamos diciendo Cristo (Juan 1:1,14; Hechos 8:4-5). Decir que se tiene la unción de la Palabra, equivale a decir que se tiene la unción de Cristo, puesto que Él es la Palabra hecha carne. ¿Quiénes tenían esta unción en la iglesia primitiva? La respuesta está en 1 Juan 2:20. Los discípulos de Cristo, que poseían la verdad eran los que tenían la unción; así que, por medio de Su bendita Palabra podían distinguir, diferenciar, discernir entre la verdad que proviene de Dios y la mentira, que estaban propagando en este caso los gnósticos. Hoy en día esa unción la obtenemos por el mismo medio, por medio de la Palabra. Hoy -siglo 21-, podemos probar por medio de la Biblia los espíritus, si son de Dios o son falsos profetas (1 Juan 4:1), porque en ella no hay mentira. Pablo les dice a los cristianos de Tesalónica: “Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes”. (1 Tesalonicenses 2:13, énfasis mío). Léase también Efesios 1:13. Si se tiene la verdad revelada por Cristo en Su Palabra, nadie puede engañar al que la tenga; no es necesario alguien supuestamente ungido en la actualidad para declarar la verdad, ni es cierto que haya una única institución autorizada por Dios para su interpretación.

La unción de la Palabra viene del verdadero (1 Juan 2:26-27), si usted permanece en Él, en su verdad, usted tiene la unción.

CONCLUSIÓN: La verdadera unción viene por medio de la Palabra de Dios implantada en mí (1 Pedro 1:23,25), para tal efecto hay que creer en ella, arrepentirse, confesar al Cristo (como Hijo de Dios) y ser bautizado para el perdón de los pecados.

Unción significa untar, por lo tanto debo “untarme” diariamente la Palabra de Dios y vivirla. Esta unción incluye mi mente, mi alma, mi cuerpo. Esta unción es fundamental para seguir vivo espiritualmente. Esta unción está en la iglesia del Señor, porque donde está la verdad, está la verdadera unción.

Todas las citas para esta reflexión fueron tomadas de la Santa Biblia Reina Valera revisión de 1960.

Álvaro Sepúlveda

Predicador y Evangelista de la iglesia de Cristo, con una trayectoria importante en la predicación del evangelio, he tenido la oportunidad de estar entre hermanos de diferentes lugares y es mi propósito anunciar las verdades de Dios. Felizmente casado y trabajando en la obra del Señor en Colombia

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